El antes y el despues de Dios.
Salí una calurosa mañana de verano y noté que una vecina tenía una venta de garaje. No soy muy aficionada a las ventas de garaje, pero me llamó la atención una banquita pequeña. Tenía unos muñequitos encima que se veían muy viejitos. Puede servirme para el patio-pensé. Me detuve al recordar que no andaba de compras y por lo tanto no tenía más que unos dólares en la bolsa. Seguí mirando los productos en venta y volví a ver la banquita…tan pálida. Ya casi por irme, se me acercó el hijo de la vecina. ¿Cuánto cuesta la banquita? -pregunté. Tres dólares- me dijo…
La compré pensando ¿Cómo la arreglo? ¿Dónde la pongo? ¡Tiene potencial!
De repente me vinieron ideas a la mente. ¡Podría pintarla de distintos colores! La imaginé en diferentes lugares en la casa. ¡Qué alegría! Oh... pero ¿cuánto me costará arreglarla? La única forma de saber era ir a la tienda y buscar pinturas. Encontré una lata de pintura por otros tres dólares, nada mal. Pronto estaba en el patio limpiando la banquita y pintándola de blanco. Cuando se secaron las capas de pintura, probé poniéndola en distintos rincones colocando adornos sobre ella. Al final encontré un lugar entre las plantas que la haría visible desde la terraza. Después de varios intentos, encontré tres macetas pequeñas color turquesa con unas plantas de hoja redondeada que me parecieron las más apropiadas. ¡Y por fin mi proyecto del día estaba listo!
No puedo describir la felicidad que me produce embellecer un espacio. Desde la cocina la banquita se veía tan bonita…y hasta las macetitas eran más visibles sobre ella.
Entonces pensé en el amor de Dios que nos busca, nos rescata, nos renueva y nos da nuevo propósito.
El evangelio de Lucas, capítulo 19:10 dice que el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Yo estaba perdida sin su amor, pero Él vino a dar su vida para rescatarme a mí.
Cuando creí que Jesús era el hijo de Dios y vine a sus pies, algo maravilloso sucedió. Él empezó una obra de limpieza y renovación en mí. El libro de Isaías, 1:18 dice: Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. ¡Cuánto amor expresa nuestro padre al limpiarnos y prepararnos para ser sal y luz en este mundo!
Cuando trabajaba en un centro comunitario que ayuda a las mujeres embarazadas, pude ver la trasformación hermosa que produce el amor y la esperanza de Dios.
Como la banquita de madera, estas mujeres se veían tristes y sin un propósito antes de entender el amor de Jesús. Pero cuando el Señor entraba a sus corazones, hasta su apariencia física cambiaba. ¡Se reflejaba un brillo en sus ojos!
Yo te puedo decir con seguridad que Dios me ha dado nuevos propósitos en la vida cuando se lo he permitido. Esto es solo por su amor, su gracia y su misericordia.
La satisfacción con la que miro la banquita blanca con sus plantitas desde la cocina, no se compara con el intenso amor con que Él me mira a mí. Yo pagué unos cuantos dólares por ella, pero el pagó un precio de sangre por mí.
Ahora Él espera que esté feliz y sonriente donde me ha puesto, en paz, con un corazón humilde y agradecido. No todo a mi alrededor está como yo quisiera, oro por eso y lo dejo en sus manos. Él desea lo mejor para mí. Estoy en un lugar escogido para brillar.
Su gracia me ha sostenido y me sostendrá hasta que llegue a su presencia. No siempre soy receptiva y fácil de moldear, pero Él es amoroso, paciente y muy persistente.
¡Aquel que empezó la buena obra en mi es fiel en completarla! Mis ojos han visto muchos milagros y veré aún más.
¡He experimentado el “antes” y “después” de Dios!
Lissi.
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