La mayoría de los
traumas o problemas emocionales que enfrentamos como adultos tienen su raíz en la
infancia y estos fueron causados por las figuras paternas, algunas personas
recuerdan cual fue exactamente el suceso que les provocó alguna herida, otras no
se han dado cuenta que lo que vivieron hace años es lo que está causando su
situación emocional actual.
Justo en el
momento en que se provocó la herida al niño (a) se detuvo el crecimiento
emocional, es por eso que nos topamos con muchos adultos inmaduros, estacionados
en alguna etapa de la vida o tal vez nosotras mismas nos encontramos estancadas
y es por eso que tenemos reacciones inmaduras de niños y no logramos establecer
relaciones afectivas sanas.
Un niño que fue
rechazado, de adulto tiende a aislarse inconscientemente de todos culpando a
otros de no integrarlo, se rechaza así mismo y a los demás, no logra apegarse a
alguna persona, le da demasiada importancia a lo material aunque no le genera
completa satisfacción el seguir obteniendo cada vez más pertenencias, ya que
esto no le llena su vacío, no se creen capaces de cumplir sus propias metas y
creen que los demás no consideran importantes sus aportaciones.
El niño que vivió
humillación sufriendo algún tipo de abuso incluso el sexual, por algún aspecto
físico, por su comportamiento, actitudes o fueron comparados constantemente, tienden a
ser adultos inseguros, tímidos, se sienten erróneamente culpables de lo vivido,
se vuelven dependientes de los demás ya sea de amigos, pareja, sienten que no
merecen ser apreciados se esfuerzan por complacerlos en exceso y hasta terminan
cargando sus problemas, provocando
algunas veces al abuso de las otras personas, debido a su baja autoestima.
Los que sufrieron
de abandono, al paso de los años tienden a dejar trabajos, proyectos y relaciones
fácilmente, se les complica mantenerse y apegarse por el miedo a ser
abandonados de nuevo, paradójicamente le tienen mucho temor a la soledad por eso buscan
llenar su vacío con una y otra persona pero no logran establecer relaciones
duraderas y estables y al final terminan solos, hasta que se dan cuenta de su
carencia y trabajan con sus emociones.
Estos son algunos
ejemplos de las heridas que se causan en la infancia, por eso es de vital
importancia pedir a Dios sabiduría para no causar alguna de ellas en los hijos
si ya identificamos que estamos lastimándolos debemos de buscar la
reconciliación con ellos y comenzar a ayudarlos a que crezcan sanos emocionalmente
para que en un futuro sean adultos maduros
y si nosotras sufrimos alguna herida causada por alguno de nuestros padres
debemos de buscar ayuda primeramente de Dios y de alguna persona capacitada
para llevarnos en un proceso de sanidad interior.
Alguna vez fui
niño. Y mi modo de hablar, mi modo de entender las cosas, y mi manera de pensar
eran los de un niño. Pero ahora soy una persona adulta, y todo eso lo he dejado
atrás. (1 Corintios 13:11 TLA)