viernes, 11 de marzo de 2016

Misionera en tierras áridas



¿Qué hace una distinguida mujer cosmopolita en una pequeña comunidad semidesértica?
 Son los fabulosos años 80's época en que la mayoría de las  mujeres podían prescindir de muchas cosas pero no del "Hair Spray",  incluyendo a una misionera en una comunidad rural.

Su nombre era Yolanda,  y llegó como la fresca brisa en un día caluroso. Su misión era  impartir por dos o tres semanas las famosas "Escuelas Bíblicas de Verano", no era su obligación, no era su territorio, no era siquiera su "denominación"  pero ciertamente Dios pone a las personas correctas en el lugar indicado. 

Todos los días de camino al templo, algún vecino le encargaba que orara porque pronto lloviera, la tierra reseca reclamaba por agua y ella alegremente contestaba con un: "¡Claro que si mi hermano!" 
Las mañanas transcurrían entre los votos a la bandera, las lecciones, los cantos y las manualidades propias de los cursos bíblicos veraniegos. Llegado al término de estas actividades, -la hermana Yolanda- como todos le llamaban; hacía una oración con todos los niños de la clase pidiendo a Dios que mandara la lluvia a ese árido lugar, esto ocurría hacia el mediodía, cuanto los rayos de sol aletargan a cualquiera, así que no era raro que más de uno se quedara dormido pidiendo a Dios por la lluvia. 

Los días transcurrían, la lluvia no llegaba y la perseverante misionera no cesaba en su petición aunque algunos de los niños ya estuvieran un poco fastidiados con esa cantaleta de pedir a Dios para que mandara la lluvia.

Pero un día, finalmente el milagro sucedió una calurosa tarde justo al salir de la Escuela Bíblica, Dios contestó la oración de la misionera y de los niños que ese día pudieron fortalecer su fe y constataron  que lo que se pide orando, creyendo se recibirá.

Las Escuelas Bíblicas terminaron, la lluvia llegó y la misionera partió de regreso, pero muchos hasta el día de hoy recordamos con cariño a la distinguida misionera.

Hoy  hacemos un reconocimiento a todas las misioneras y todos los misioneros que ya sea en una  pequeña comunidad, en un pueblo o en las grandes ciudades; siembran la semilla en los corazones de chicos y grandes. Con toda certeza, los pequeños les recordarán por siempre.